Culturalmente se nos ha enseñado que tenemos que estar productivos todo el tiempo y todo el rato independientemente de lo que ocurra en tu vida. Salvo cuando enfermas, que entonces te dan permiso a que te tumbes a descansar. No me extraña que haya tanta gente siempre enferma de mil cosas diferentes. Y, por supuesto, también puedes descansar cuando te mueres. Pero porque tú mandas a la mierda todo no porque la sociedad te deje morirte. Es como si hubiera una urgencia brutal en llegar a un objetivo final, en llegar a una meta que nadie sabe muy bien ni cuál es ni qué forma tiene ni cómo alcanzarla

El objetivo último de todo ser vivo es ser feliz. Incluso para las personas que dicen que su objetivo es ser rico o tener un casoplón o tener un Brad Pitt de pareja. Todas las personas queremos lo que queremos porque queremos ser felices, porque creemos que «eso» nos va a hacer sentir felices. Y puede que esa sea La Meta. El problema está en que nos hacen creer que para llegar a esa meta de ser felices tenemos que estar haciendo y haciendo todo el rato. Tenemos que cumplir esas recomendaciones imposibles de dormir ocho horas, sentarnos a comer una hora, hacer ejercicio dos horas al día, estar con amigos tranquilamente sin tiempo y tener tiempo para los hijos y para una misma, y al final del día querer tener el mejor sexo del planeta. Todo dentro de las veinticuatro horas diarias de cualquier mortal. ¡Ja! 

¿No te agobia? Porque tal cantidad de cosas agobiarían hasta a mi perra (y no es que se agobie con mucho, la verdad). Es como que tenemos que hacer millones de cosas para llegar a esa meta soñada pero nadie se para a preguntarse «¿y si esa meta no llega nunca? ¿y si esa meta no existe?». Los psicólogos hablamos mucho de tener objetivos en la vida, pero nos paramos menos en hablar de lo importante que es disfrutar del camino. Que a veces, esas metas que nos ponemos, cambian con el tiempo y está bien. Que puede que esa meta final no llegue nunca porque el cambio es la única constante certeza que tenemos. Nadie se esperaba este jaleo del corona y aquí estamos, adaptándonos y reajustando nuestras metas.

La verdad amige, es que llegar a esa última meta en la que podrás relajarte y disfrutar puede que no llegue nunca. O que no llegue de la manera que esperabas o que cuando llegues te des cuenta que no era eso lo que querías realmente. Lo que tienes es el aquí y ahora. Tienes los familiares, la pareja, el perro, la casa, etc. que tienes, ahora. No mañana o dentro de unos años, ahora. Disfruta ahora, aquí y ahora de todo lo que tienes. Pensar en llegar a la meta te distrae de que es ahora donde TIENES las cosas. Pensar en lo que aún no tienes sólo te conecta con la carencia, con lo que te falta. ¿Y qué pasa con todas las personas, sentimientos, ideas, cosas que sí que tienes aquí y ahora? A lo mejor necesitan un poco más de tu atención y cuidado, ¿no crees?   

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