Últimamente se habla mucho del confinamiento en relación con el coronavirus. Según la RAE, confinarse significa «encerrarse voluntariamente en un lugar, apartado de la gente, para llevar a cabo una tarea que requiere especial concentración». Según como hayas vivido tú el confinamiento, esta definición puede ser más o menos acertada, ¿no crees? Sin embargo, si abrimos un poco más la perspectiva, a lo mejor la definición es más acertada. ¿Cuántas veces nos confinamos, a lo largo de nuestra vida, por trabajo o relaciones?
Parece que el confinamiento es algo de ahora, algo que ha ocurrido ahora de manera puntual. Pero cada vez, hay más investigaciones que nos dicen que vivimos cada vez más aislados (¿confinados?) del resto del mundo. Estamos tan metidos en nuestro propio mundo, en nuestras prisas y quehaceres que no nos damos cuenta que vivimos apartados de la gente, llevando a cabo tareas que requieren de toda nuestra atención. ¿Cuántas veces tenemos la sensación de que el tiempo se pasa volando, que queremos hacer demasiadas cosas y no tenemos tiempo? ¿No estamos encerrándonos en nosotros mismas apartadas de todo por la cantidad ingente de cosas que tenemos que hacer?
Cada vez, tenemos más dificultades para relacionarnos con los demás. No sabemos cómo hacerlo si no es con una pantalla de por medio. Parecemos como peces fuera del agua tratando de hablar con los demás. Como si viniéramos de otro planeta. También tenemos problemas para lidiar con los cambios constantes de nuestra vida. Cada año, aumentan las personas que tienen ansiedad, ataques de pánico, depresión, trastornos obsesivo compulsivos, problemas para dormir, alergias, problemas de lenguaje… Nos enfermamos más y durante más tiempo.
Es como si se nos hubiera olvidado cómo disfrutar de la vida en comunidad. Cada vez somos más individualistas, pensando más en nosotros, en lo que nos pasa y lo que no. ¿Acaso vivimos aislados de los demás? Es curioso que nos sintamos tan solos cuando somos más millones de personas que nunca en el mundo. Además, siempre se dice que las personas somos seres sociables. ¿Cómo es posible que estemos entonces con tantos problemas para convivir y desarrollarnos en comunidad? ¿Se nos ha olvidado cómo se hace eso de vivir en tribu o qué?
El confinamiento no es algo de ahora. Nos echamos las manos a la cabeza ante la posibilidad de un nuevo confinamiento, pero la verdad, es que llevamos confinados en nosotras mismos demasiado tiempo. Se nos ha olvidado cómo hablar con alguien, sólo por hablar, por el placer de tener compañía. Si alguien se nos acerca a preguntarnos algo, nos apartamos como si fuera a hacernos algo. Hemos perdido la confianza en los demás, en la humanidad. ¡Con lo bonita que es la humanidad! ¡La cantidad de cosas poderosas que somos capaces de hacer cuando estamos juntos! Cuidarnos entre nosotros, apoyarnos y crecer juntos, reír, llorar y desarrollarnos. Todo eso hacemos cuando estamos juntos. El efecto mariposa lo llaman. Lo que hago yo aquí, en mi casa, afecta a otra persona en la otra punta del planeta y ésta a otra y así sin parar. Vale la pena salir de nuestro confinamiento, ¿no crees?