Hablemos de datos. En España, mueren cada año casi el doble de personas por suicidio que por accidente de tráfico. Y en el mundo, se estima que mueren cerca de ochocientas mil personas. Y esto son sólo los datos sin contar las tentativas, que entonces son muchos más. Es como si no fuera un problema de salud importante, como si ni siquiera existiese. Como los niños cuando se esconden detrás de las manos y creen que así no los ves. Pero la realidad, es que hay muchas personas que no pueden escapar de ello.

Normalmente, el suicidio se asocia a las enfermedades mentales y a las crisis emocionales gordas. Y esto hace que las personas que lo necesitan, pocas veces pidan ayuda porque creen que las van tratar de locas. Sin embargo, la posibilidad del suicidio la hemos contemplado la gran mayoría de las personas en distintos momentos de nuestras vidas. Es algo muy normal. Pero claro, si casi no se habla de ello en ningún telediario ni nada, porque todos somos perfectos en instagram, es como que si el suicidio fuera invisible y no existiera.

A este tabú se le añade que las medidas de prevención del suicidio sean casi inexistentes. Hay poca preparación, poca formación, poco acceso y poca relevancia del tema. Parece que no es un tema importante para ningún gobierno. Y si para el gobierno no es importante, ¿cómo lo va a ser para la sociedad? Esto es lo que se llama falta de sensibilización con el tema, lo que hace, a su vez, que haya falta de recursos para poder prevenir el suicidio. Entonces, ¿qué podemos hacer nosotros?

Lo primero, es hablar del tema. Si me sigues en redes, sabrás que yo lo puse. Yo he tenido ideas suicidas hace un tiempo. No veía salida. No me sentía feliz y estuve así durante mucho tiempo. Suicidarme era una forma de acabar con ese sufrimiento. Pero pedí ayuda y aquí estoy. La dificultad de poder hablar de ello porque parece que estamos locos y que no es algo común, hace que sea más difícil pedir ayudar. Por eso, escuchar a personas que han pasado por eso o simplemente hablar de lo que te ocurre, te da una visión distinta.

Otra cosa importante es pedir ayuda a profesionales y a alguien de confianza. Poder contar con alguien es fundamental para poder salir del agujero. Pedir ayuda es normal y sano. Se trata de aceptar que no podemos con todo y está bien. Aunque, también hay que dejarse ayudar. Saber poner los límites que necesites y, a la vez, recibir el amor de la persona que te ayuda, es un buen equilibrio para encontrar tu bienestar de nuevo. No es que estés mal montado, es que tienes un dolor muy grande dentro y poder hablar de ello, dejarlo salir, hace que el dolor sea más llevadero. Además, los profesionales estamos aquí para ayudarte a encontrar los recursos que te vengan mejor para sentirte bien otra vez.

En Japón, existe el arte del kintsugi, que no es ni más ni menos que pegar vajilla rota con hilo de oro. Reparan las piezas rotas con un pegamento dorado que hace que se vean las grietas pero de una manera muy bella. Así es el proceso terapéutico. Se trata de coger los trocitos rotos y pegarlos de nuevo, de forma que sepas cuáles son los pedazos que te has arreglado y vuelvas a tu bienestar y tu equilibrio. El suicidio es sólo un camino pero no el único. Si lo necesitas, si te apetece: pide ayuda. Yo estoy aquí. 

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