Ya te he hablado de la importancia de las palabras, de que hay que saber elegir bien las palabras y las frases que nos decimos para tratarnos con amor y honestidad. Hoy te voy a hablar de elegir las palabras también en tu relación con los demás. A nadie nos gusta que nos hablen mal, que nos critiquen o que nos machaquen con la misma cantinela. Igual que cuidar las palabras que nos decimos a nosotras mismos es fundamental para tener una relación armoniosa y feliz, cuidar las palabras que decimos a las personas que nos rodean puede marcar la diferencia entre una buena relación y una relación tóxica.

Dice el dicho «donde hay confianza, da asco». Es una manera un poco burda de decir que cuando hablas con una persona querida y de confianza, es normal que la sinceridad forme parte de la relación. Nos atrevemos mucho más a decir lo que pensamos y sentimos con una persona conocida que con una desconocida. Y en ese gesto de sinceridad, a veces se nos va la mano y usamos palabras menos cuidadosas. Por ejemplo, a mí una de las frases que más me marcó de pequeña fue «no llores que te pones fea». Era un intento de mi padre de consolarme y que dejara de llorar, pero se convirtió en una especia de mantra maligno que mi mente repetía cada vez que tenía que llorar, sobre todo, si había alguien más delante. Podría haberme dicho «no me gusta verte llorar», por ejemplo. Elegir bien las palabras es muy importante.

No hay que caer tampoco en el otro extremo de no decir nada nunca porque queremos evitar las peleas y los malos rollos a toda costa. No hablar es tan dañino como hablar con descuido. De hecho, es una manera de agresión. Normalmente, nuestra cabeza se monta películas sobre cómo van a reaccionar los demás cuando digamos tal cosa, cuando en realidad, las personas siempre responden muy bien a la honestidad y al cuidado. Se trata de encontrar la forma de decir aquello que pensamos o sentimos cuidando las palabras que usamos para no dañar. Elegir bien las palabras. ¿Pero cómo sé que las estoy eligiendo bien?

  • Una gran herramienta de comunicación es empezar hablando de cómo nos sentimos o pensamos nosotros en primer lugar. Decir «no quiero que hagas eso» es menos cuidadoso que «cuando me haces eso, yo me siento así y me gustaría que no lo hicieras». Es más largo, vale, pero menos dañino también.
  • Piensa en si a ti te gustaría que te dijeran eso de esa manera. Si la respuesta es no, para y plantéalo con otras palabras hasta que el resultado sea más de tu agrado.
  • Otra forma de elegir bien las palabras es pensar si se lo dirías igual a una niña/o de ocho o diez años, porque normalmente, hablamos con más cuidado a los peques.
  • Finalmente, elimina de tu vocabulario las frases de «eres un/una…» porque son categóricas y distancian mucho a la persona que la recibe, pueden ser de las más dañinas (ejemplo, «eres una vergüenza»).

Elegir bien las palabras que usamos para los demás es una manera de cuidarnos nosotros también. Es una forma más de hacer que la relación que tenemos con el otro sea sana y amorosa. Y, seamos honestas, a todos nos encanta que nos traten con amor y cuidado. Además, es una manera más de asegurarte que te rodeas del tipo de relaciones que te hacen crecer y evolucionar. ¿Por qué no probar?

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