El otro día estaba escuchando la radio en el coche con mi marido y empezaron a dar los datos del día sobre el coronavirus. Hasta aquí, me pareció todo normal. Pero cuando empezaron a usar palabras como «alarmantes cifras», «catastróficos datos» o «incesante aumento del caos», me empecé a cabrear. Primero, porque es una manera de dar la información interpretándola un poco al gusto, cuando podrían dar la información de forma más aséptica y que cada uno juzgase libremente. Segundo, porque es información muy relativa y que depende de muchos aspectos que no conocemos (por ejemplo, sabiendo que se están haciendo ahora más test que antes, es lógico suponer que habrá más casos positivos). Y, sobre todo, porque dar la información así es retroalimentar el miedo.

Si bien es cierto que hay que dar la información, también hay que cuidar el uso de las palabras. Ya sabes que elegir bien las palabras es fundamental para poder tener una vida plena y una interpretación correcta de tu realidad. Pero es que además, cuidar las palabras nos da el gran superpoder de controlar nuestra percepción, por muy mal que pinten las cosas. No se trata de pintarlo todo de rosa y purpurina y esconder el problema, sino de afrontarlo de una manera que nos dé opción de solución. ¿A cuántas personas conoces que hablan de esta situación del coronavirus como si fuera el fin del mundo, literalmente? Cuando retroalimentamos el miedo, no hay espacio para crear y/o ver una posible solución.

El miedo es una emoción básica de todo ser vivo. Está demostrado que hasta las plantas son capaces de asustarse. También, es una emoción poderosa en cuanto a que nos deja atontados, bloqueados y sin saber qué hacer. Y, a la vez, es poderosísima cuando la atravesamos y llegamos a otro sitio mejor, como cuando conseguimos superar una fobia o un ataque de ansiedad. Y, lamentablemente, es una emoción muy empleada para mover a las grandes masas porque, como todas las emociones, es muy contagiosa (mucho más que el covid). Es muy fácil empatizar con el miedo de alguien, más aún, si os da miedo lo mismo. Y cuando no sabemos cómo salir de ese miedo, la sensación va a más y más hasta dejarnos en shock. Aquí es donde se retroalimenta el miedo, cuando no podemos salir de él.

A veces, no sabemos cómo atravesar nuestro miedo y superarlo porque no tenemos las herramientas. Otras veces, es porque no nos dejan y no nos dejamos. Con el coronavirus es esto último lo que está pasando: ni nos dejamos superar el miedo ni nos dejan hacerlo. Se retroalimenta el miedo constantemente con las noticias, con los discursos de los expertos y políticas, con los virales, etc. ¿Cómo lo hacen? Usando palabras y frases como las que he dicho arriba, repitiendo esas frases una y otra vez, empleando un tono de voz de alarma y desesperanza, y centrándose en ese «alarmante tema» la mayor parte del tiempo.

No es que no haya que saber los datos del coronavirus ni de hablar de ello como si fuera un cuento de dibujos animados. Se trata de hablar como personas responsables de sus palabras. No de interpretar o poner énfasis en algunas palabras concretas que sólo alimentan al miedo. Sino de elegir las frases de manera responsable para que yo, como individuo, pueda generarme mi propia opinión antes de que me llegue autogenerada. Se trata de alimentar también a todo lo positivo y bueno que tiene que estar pasando en el mundo y que, como no le estamos prestando atención, parece que no existe. Se trata de alimentar otras emociones que nos hagan ver alternativas. En definitiva, de alimentar la esperanza.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio