Típica imagen. Una pareja discute en su casa porque han quedado con los amigos y él no quiere llegar tarde y ve que ella no está lista y se agobia y la mete prisa y ella le dice que le quedan 5 minutos y él dice que es mentira y ella dice que sólo son 5 minutos… y así están 20 minutos discutiendo en casa y otros 20 en el coche de camino al bar donde han quedado. ¿Os suena? Esto es lo que yo llamo una pelea de razón. Peleas en las que yo siempre tengo razón y el otro no. Porque lo importante es dejar claro quién lleva la razón.
A lo mejor a vosotros eso no os pasa con las tareas de la casa. A lo mejor os pasa con el trabajo. O con vuestra familia. O con ese amigo cabezón que no quiere entender que tú sabes más. Lo de llevar razón es una pata de la que cojeamos todos en algún punto y en alguna situación más que otra.
En las parejas es muy común que haya situaciones en las que nos perdemos en eso de llevar la razón. A veces, nos enganchamos tanto en eso, que olvidamos uno de los pilares más importantes de las parejas: la negociación. Negociar es encontrar un punto intermedio en el que los dos renunciamos a algo por un bien común. Por ejemplo, en el caso de arriba, los dos se enzarzan en pelear por ver quién tiene razón, cuando la verdad, es que la tienen los dos. Ella podría haberse arreglado antes y él podría ser más paciente con la hora. Si hubieran llegado a un acuerdo como ponerse una alarma para empezar a arreglarse a la vez, o cualquier acuerdo al que llegaran mutuamente, no habría discusión. Ninguno querría llevar razón porque habrían negociado.
Esa locura de llevar la razón es una de las características del orgullo. Queremos quedar por encima y eso hace que perdamos de vista que todos tenemos defectos o manías. Si yo sé que soy maniática con la puntualidad y que el otro tarda en arreglarse para salir, y el otro sabe que tarda y que a mí me agobia el tiempo, podemos negociar porque los dos tenemos que bajarnos los pantalones.
En el trabajo o en la familia, tenemos que tragarnos muchas veces nuestras impaciencias y manías, porque no queda otra. No puedes sentarte a negociar con el jefe (o con una madre) si puedas llegar un poco más tarde porque a ti eso de la puntualidad no te va mucho. Pero en la pareja, sí. Eso de ir con los pantalones bajados o con el culo al aire o como lo queráis llamar, va de la mano con estar en una relación. Hay que aceptar que somos unos perfectos imperfectos y que, como tal, tenemos aspectos más fáciles de aguantar que otros. Y que hay que negociar cómo compaginar tu imperfección con la mía.
No se trata de llevar razón. Eso sólo nos lleva a un lugar orgulloso desde donde te digo que lo tuyo está mal y lo mío bien. Un sitio donde, sin querer, te daño o te hago de menos sólo porque tú tienes otra manera de hacer o ver las cosas. Ahora bien, si quieres empeñarte en llevar razón, para ti la perra gorda. Pero ten en cuenta, que la perra gorda no te da mimitos al dormir ni te abraza cuando estás mal ni te hace reír, sólo te da la razón. Y no sé tú, pero a mí lo de llevar la razón siempre, me aburre un poco. ¿Y a ti?
¿Hablamos?