Habla chucho que no te escucho

Hoy he intentado hacer una tarta de tres chocolates. No es especialmente difícil pero no la he hecho antes y me han asaltado las dudas. No dudas sobre si la tarta estará buena o no (es de chocolate, ¡cómo va a saber mal!), si no dudas sobre si YO la haré bien o no. Cada ingrediente que añadía, duda al canto. Y, lo peor, no son sólo esas dudas por inexperiencia, sino los comentarios que me he hecho a mí misma cuando no me salía como en la foto. «Soy un desastre», «Vaya inútil» o «Para qué me meto en esto si no se me da bien», son sólo unos ejemplos de las lindezas que me he dicho a mí misma.

Al final, cuando he terminado la tarta, en vez de sentirme satisfecha por haber afrontado una situación nueva con éxito, me he sentido un desparrame de defectos. Y, cuando ha llegado el momento de dar la tarta a mis familiares para comerla, me han dicho que estaba muy rica y, claro, yo nos les he creído. Con lo desastrosa que soy y con lo mal que me ha salido la receta, ¿cómo pueden felicitarme?

Es un clarísimo ejemplo de cómo, en un breve lapso de tiempo de poco más de media hora, me he tratado mal. Es lo que llamamos «el diálogo interno«. Son ese tipo de comentarios que nos decimos a nosotras mismas cuando estamos haciendo algo, especialmente si es algo nuevo o que nos da miedo. Entramos en una pelea interna en la que salimos perdiendo sí o sí. No hay puntos intermedios. Solemos hablarnos en esos términos en los que, por exceso o por defecto, no somos capaces de aceptarnos como realmente somos. Y esos comentarios nos hacen daño en ocasiones en las que tendríamos que ser nuestros mejores apoyos. Nos convertimos en nuestros peores enemigos sin quererlo. Por eso, es importante pararse a pensar ¿cómo me hablo yo? ¿qué cosas me digo?

Puede parecer una tontería, pero cambiar el diálogo interno es la única manera de querernos en plenitud. Es la forma en la que podemos apreciarnos como somos, en toda nuestra totalidad. Todos tenemos cosas positivas, cosas negativas y cosas regulares, y cosas mediocres y cosas extraordinarias. Aceptarnos con todo lo que somos, hace que nos tratemos con algo maravilloso que es el cuidado. Si al hacer la tarta me hubiera tratado con un poquito más de benevolencia, entendiendo que si es la primera vez que lo hago es normal que no me salga como en la foto; si hubiera tenido en cuenta que «hacerlo como en la foto» requiere experiencia (porque el de la foto no lo habrá hecho ni una ni dos veces) y un largo etcétera de aspectos que ni me planteé, mi experiencia hubiera sido mucho más placentera. ¡La práctica es fundamental para que las cosas salgan bien!

Así que, párate y piensa, ¿cómo es tu diálogo interno? ¿cómo te sueles hablar tú cuando estás en situaciones que te suponen un reto? ¿te hablas bien o mal? ¿tienes unas expectativas tan altas que no llegas a alcanzarlas nunca o tan bajas que ni siquiera lo intentas? ¿te auto-motivas? ¿te echas una mano para ayudarte o para ahogarte?

La próxima semana, te daré trucos para ayudarte a cambiarlo, para que dejes de pelear contigo. Mientras tanto, puedes dejarme tus comentarios.

¿Hablamos?

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