Estos días, está habiendo mucho revuelo en Estados Unidos por la brutalidad policial ejercida sobre las personas negras. Existen muchos tipos de discriminación y estas manifestaciones y protestas del «Black lives matter» nos están recordando cómo la discriminación es una parte de nuestra sociedad y está tan inculcada en nuestra manera de vivir que la permitimos como algo normal. ¿Qué nos lleva a discriminar a alguien? ¿Por qué, aún sabiendo que es algo dañino, lo seguimos haciendo?

La discriminación es el trato diferente y perjudicial que se da a una persona. Normalmente, no hablamos tanto de discriminación pero sí se habla más de racismo, machismo, homofobia, transfobia, delitos de odio, discriminación por discapacidad, etc. Todos son partes aisladas de un mismo problema social. Es como si el racismo o el machismo fueran una manzana o una pera pero todas son fruta, todas forman parte del mismo síntoma: la discriminación. Si miramos los efectos que tiene cualquier tipo de discriminación sobre una persona, encontramos:

  • daño a las libertades y derechos fundamentales, es decir, problemas para tener libertad y acceso a las mismas oportunidades;
  • insuficiente atención por parte de los estados que se traducen en dificultades para acceder a los sistemas de salud, sistema educativo y laboral;
  • aislamiento social, más agresiones y situaciones de violencia, carencias y desesperanza;
  • sentimiento de inferioridad y más probabilidad de problemas mentales (como ansiedad, depresión o enfermedades crónicas).

No importa si te han discriminado por ser mujer, por ser negro, por creer en Alá, por tener Síndrome de Down o por ser transexual. Todos esos efectos te han pasado en mayor o menor medida. Y si, además, eres todas esas cosas a la vez, el nivel de discriminación es aún mayor. La herida es común en todos los colectivos que hemos sufrido discriminación. Es más, incluso me atrevería a decir que absolutamente todas las personas hemos sufrido alguna vez discriminación por ser demasiado altas o bajas, por ser gordas o flacas, por ser empollones o vagos, por hablar con un acento u otro.

La discriminación tiene como objetivo último decirte «tu existencia no está bien, no estás bien hecho». Esta es la herida común que tenemos todos. Una herida que trasciende toda diferencia. Cuando hablo con mujeres feministas que dicen que las transexuales no son mujeres o cualquier otro comentario absurdo sobre qué dolor es más importante que otro, se me pone la piel de gallina. Porque perdemos el tiempo en pelearnos entre nosotros por ser los que tienen más atención, cuando en realidad todos somos víctimas del mismo dolor, de la misma herida.

¿Qué pasaría si nos uniéramos todas las personas que hemos sufrido algún tipo de discriminación en una misma manifestación o lucha conjunta? Seríamos millones de personas luchando por lo mismo: un trato digno y un reconocimiento de nuestra existencia como algo valioso. Sin separarnos por razas ni géneros ni religiones ni nada. Simplemente peleando todos contra la discriminación y uniendo fuerzas para acabar con una manera de funcionar que es universal y que nos hace tanto daño como sociedad. ¿No te gustaría probar una sociedad así?

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