El Amor Es Disfrute

«Amar es sufrir». «Si has sufrido significa que has amado de verdad». «Quien bien te quiere, te hará llorar». Y una clásica que decimos todos y todas: «me muero de amor». ¿Cuántas veces nos han dicho (nos hemos dicho) chorradas de estas? Seguro que muchas. Más de las necesarias.

Hay una cosa cultural que asocia el amor al sufrimiento, al dolor y al morir. Desde la época griega, morir por amor era una muestra inequívoca de amor. ¿Quién me va a querer más que alguien que muere por mí? Y así, durante siglos, hemos ido moldeando los relatos, las frases y los refranes para que sintamos, de verdad, que amar es sufrir (Romeo y Julieta, por ejemplo, son un ejemplo fantástico de esto).

Pero, ¿cómo es posible que una emoción tan pura, tan intensa y movilizadora acabe asociada a algo que nos desgarra y nos rompe desde nuestra cabeza? Porque, así es amiges, el sufrimiento es una construcción mental. ¿Qué? ¿Cómo va a ser algo mental? Lo explico. El sufrimiento es una elección, lo que no podemos elegir es el dolor. El dolor es real, físico y emocional. Pero cuando nos regodeamos, nos revolcamos cuan cerdos en la pocilga, fustigándonos con lo que podríamos haber hecho distinto y enganchados a un dolor permanente que no cesa nunca, todo eso, es sufrimiento.

Cuando nos rompen (o nos rompemos nosotras/os mismos) el corazón, nos duele, pero no «nos sufre». Sufrimos cuando nuestra mente se queda enganchada en el «allá y entonces», en lo que pasó y revivimos una y otra vez el dolor y el resentimiento y el rechazo y todo lo negativo que se nos ocurra. Es parecido al trauma (salvando las distancias, claro), esa es la idea.

Sin embargo, el amor… (suspiro). El amor es lo que nos mueve, lo que nos motiva, lo que nos transforma. Es una emoción tan potente que somos capaces de sentirla en nanosegundos cuando somos madres/padres, vemos un cachorrito por la calle o nos achuchamos en el sofá con nuestro churri. Es tan, pero tan potente… que nos da miedo (a algunos, pavor incluso). Y aquí nos encontramos el por qué se asocia el amor y el sufrimiento: algo que creamos en nuestra mente y a lo que decidimos volver una y otra vez, lo podemos controlar; una emoción tan poderosa que nos hace temblar las canillas, no.

El amor es una fuerza motora en sí misma y una necesidad primaria. Necesitamos sentirnos amadas y amados, aunque sea por nuestro gato o por el señor de Google que tan bien nos conoce. Pero es importante comprender que si no entendemos el amor como disfrute, condenaremos nuestra vida al fracaso amoroso. Si, para mí, amar es sufrir, ¿cómo voy a dejar a alguien que me quiera y me haga reír y divertirme? ¡Sería intolerable! Por eso, cuando venís a terapia al despacho, hay que indagar un poquito en cómo aprendisteis que teníais que ser amados: si desde el disfrute o desde el sufrimiento.

Principalmente, amigas, porque la manera en la que queremos que nos amen los demás, es la manera en la que nos permitimos amarnos a nosotros mismos. Así que, disfruta de querer y que te quieran. Disfruta de las cosquillitas en la tripa y en el corazoncito cuando alguien te coquetea y te hace reír. Regocíjate en el placer de tener a alguien a quien tu existencia le hace feliz. Disfruta de ti, de quererte y de querer. Regocíjate en el placer de tu existencia, de que vives, de que estás aquí, amas y te dejas amar. Porque el amor es disfrute.

¿Hablamos?

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