La frustración puede ser de las emociones más difíciles con las que convivir. La frustración es el sentimiento que surge cuando queremos hacer algo y no podemos (porque otro no nos deja hacerlo o porque hay alguna circunstancia concreta que nos lo impide). Suele ir asociada a la impotencia y a la rabia. Y, normalmente, no sabemos llevarla muy bien. Estamos viviendo un momento social en el que parece que podemos conseguir todo lo que queramos exactamente cuando lo queremos. Vivimos en el «lo quiero ya». Y, si bien es cierto, que creo que podemos conseguir todo lo que nos propongamos porque tenemos muchas más habilidades y capacidades de las que nos creemos; también hay que tener en cuenta que a veces, las cosas no salen como nos gustaría.
La frustración forma parte de la vida. Forma parte de vivir en comunidad. Y que las cosas no salgan siempre como queremos también es algo positivo, porque aprender a frustrarse es un paso fundamental en el desarrollo de cualquier persona. Básicamente, porque la vida es así, nos guste o no. Cuando se muere nuestra abuela favorita, la que nos daba besos sonoros en los mofletes y nos decía «abrígate que hace frío», es inevitable que surja la frustración. O cuando no conseguimos el trabajo que queremos. O cuando queremos irnos de vacaciones a Bora Bora y tenemos que conformarnos con Benidorm.
¿Qué hacer entonces cuando nos sentimos así? ¿Cómo gestionar la sensación de rabia e impotencia que nos invade?
- Lo primero es identificar qué es exactamente lo que te está haciendo sentir frustración. ¿Te sientes frustrada porque te has sentido agredida, descuidada, no atendido, no escuchado…? Reconocer qué es lo que te frustra de manera concreta te hará ver las cosas con más perspectivas y que no te enfades con el mundo entero.
- Después, es expresar la frustración. ¿Cómo? Escribiendo en una hoja todo lo que te frustra de la situación, pintando, contándoselo a alguien, gritando en un cojín… Expresarla de una forma que creas que te puede ayudar a sacar toda esa rabia e impotencia de dentro. Recuerda guardarte las emociones nunca hace bien a tu cuerpo y mente.
- Evalúa si puedes hacer distinto en esa situación. ¿Puedes conseguir que tu abuela no se muera? ¿Puedes conseguir que te den ese trabajo que tanto quieres de otra forma diferente a la que ya has probado y te han dicho que no? ¿O qué puedes hacer para irte a Cancún que no hayas hecho? Definir qué es lo que has hecho tú para que esa situación sea así, ayuda a aceptarla. Porque cuando puedes hacer algo distinto, ya puedes hacer algo. Y porque si no puedes hacer nada al respecto, ya está, toca aceptar lo que hay.
- Por último, respira. Conectar con nuestra respiración nos da un momento para parar y ajustarnos. Respirar hondo cuando algo va mal mejora la fluidez de la sangre, el nivel de oxígeno en ésta y a mejorar nuestras hormonas. Nos ayuda a pasar el trago y a tomar perspectiva.
Y, para finalizar, hay otra cosa más que puedes hacer: confiar. A veces, nos empeñamos en que las cosas tienen que ser de una manera concreta y, luego, la vida hace que salgan de otra o que acabemos en otro sitio mejor. Porque nunca sabemos qué va a pasar ni cómo. Hace un año, a estas alturas yo estaba mentalizándome que tendría que irme a compartir piso al dejar mi alquiler y, hoy, os escribo desde mi propia casa en la zona que quería justo dónde la quería. Así que, recuerda identifica, expresa, evalúa, respira y confía. ¿Hablamos?