Esta semana os he compartido por redes varias viñetas de mi querida Mafalda. Todas tenían una temática común: lo importante que es hacer una buena interpretación de la realidad. Hay quien dice que la interpretación de la realidad es algo objetivo, y hay quien dice que es totalmente subjetivo. Comprender un poco más cómo funciona nuestra mente y el sentido que le da a las cosas es fundamental para tomar perspectiva ante nuestros problemas.

La interpretación ocurre cuando damos a una situación un significado determinado. Ese significado sale de nuestras experiencias previas, de lo que nos han contado culturalmente, de lo que sentimos ante esa situación y de lo que percibimos con nuestros sentidos. Por ejemplo, en España, cuando alguien que quieres viene a darte dos besos lo vivimos como algo bueno porque nos han enseñado que esa es la norma social, es lo que vemos que hacen los demás, nos sentimos queridos y además, lo percibimos como algo normal. Si haces lo mismo con una persona de Japón, seguro que su interpretación es muy diferente. Por eso, es importante tener empatía con las interpretaciones de los demás.

Nuestra mente no soporta los vacíos de información. Queremos saberlo todo de todo y ya. Y por eso, muchas veces, se nos va la olla interpretando de más. Asumimos que la otra persona va a pensar y percibir la situación de la misma manera que yo, y eso da pie a muchos malosentendidos. Seguro que si has tenido pareja, sabes de lo que te hablo. Nos encanta hacer de Sherlock Holmes suponiendo y teorizando sobre qué piensa el otro, qué siente y por qué se comporta así. Rellenamos los vacíos de información interpretando a la otra persona, a la realidad e incluso a nosotros mismas cuando no nos entendemos bien.

Damos tantas vueltas para no enfrentarnos a la incertidumbre que acabamos metidas en espirales mentales de las que no sabemos cómo salir. Esos vacíos de información se resuelven preguntando y confiando. Cuando acabas de conocer a alguien, lo normal es preguntarle qué le gusta o le molesta. Pero es una capacidad que perdemos cuando estamos con gente que conocemos de hace rato. No le vas a preguntar a tu pareja por qué le ha molestado esto o lo otro, lo das por supuesto y punto. Y así, metemos la pata rellenando los vacíos de información con lo que nos da la gana, la verdad.

¿Qué pasaría si preguntaras antes de intentar adivinar? ¿Si confirmaras o descartaras tus suposiciones preguntando a la otra persona y confiando en que su respuesta será honesta? Siempre que he discutido con mi pareja porque nos hemos interpretado el uno al otro, se ha solucionado sacando de paseo las preguntas, la curiosidad, el no asumir que le conozco mejor que él mismo. Y, la segunda parte, confiar en su respuesta. Aceptar que no siempre te van a decir toda la verdad, también forma parte del encanto de una relación. Seguro que hay cosas que tú no le has contado y no pasa nada. Tener una parte de intimidad propia es necesaria, y también poder confiar en que el otro te habla con honestidad cuando le preguntas.

Si dudo sobre cuál es la capital de Vietnam, acudo al señor de Google, le pregunto y confío al cien por cien en su respuesta. ¿Por qué no hacer lo mismo con las personas que tengo a mi alrededor para evitar interpretaciones erróneas? Porque como dice la gran Maite Issa, «la calidad de tu vida depende de la calidad de tus interpretaciones». Todo depende de tu manera de mirar. ¿Hablamos?

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