¿Cuántas relaciones significativas has tenido en tu vida? Cuenta las relaciones de pareja, de amistad, de familia… Son unas cuantas ¿verdad? Es curioso ver la cantidad de relaciones significativas que hemos tenido en nuestra vida. A lo mejor, no has tenido muchas relaciones de pareja pero sí de amistad, o al revés. A lo mejor, tus relaciones más significativas son con la familia. O incluso, con tu trabajo. Pero, seguro, tendrás de unas más que de otras.
Reflexionando con una gran amiga sobre este tema, me di cuenta que yo había estado cerrada durante muchos años a tener relaciones de amistad profundas. De las amigas de verdad. A lo largo de mi vida, este ha sido el tipo de relaciones que más quebraderos de cabeza me han traído. Y pensando y pensando, llegué a la conclusión de que me cerré porque las cosas no salían como yo esperaba y porque yo daba demasiado de mí.
En las relaciones de pareja, esto pasa mucho también. Nos damos y nos damos hasta el último átomo, estamos siempre ahí para el otro y, al final, nos perdemos. Perdemos el saber qué nos gusta, qué queremos, qué necesitamos. Y, el otro, acostumbrado a tenernos ahí siempre para lo que necesita, quiere o apetece, ni se plantea que yo quiera o necesite algo.
Dar demasiado de nosotros no es más que desparramarnos en el otro. Cuando estoy en ti, no puedo estar en mí. De ahí que el equilibrio en una pareja sea tan importante: un día yo y otro día tú (o un rato yo y un rato tú). El dolor y resentimiento que nos causa estar todo el rato en el otro sin cuidarnos, sin atendernos, hace que al final, nos cerremos a lo que nos puedan dar. ¿No os ha pasado nunca que cuando el otro está pendiente de ti se te hace incómodo y no haces más que pensar en que no le crees del todo, que hay algo que no encaja? Claro que no encaja. Tú eres el centro de atención y, como no estás acostumbrado, te incomoda y te hace desconfiar.
Al final, es todo producto de lo mismo: dolor. A mí me han dolido muchas cosas de las que han pasado con mis amistades y, como consecuencia, me he cerrado en banda durante años porque no quiero volver a tener ese dolor. Y con las parejas pasa igual. Te cierras porque no quieres volver a sentir ese dolor, para protegerte.
En relaciones en las que nos exponemos emocionalmente, en las que nos permitimos sentirnos y mostrarnos al otro vulnerables, cuando algo no sale como esperamos, duele más. Porque te has abierto más, has permitido más. Por eso, tenemos que ser cuidadosos en nuestras relaciones, tenemos que cuidar al otro y cuidarnos a nosotros al mismo tiempo. Para que cuando algo me duela, poder decirlo y afrontarlo y viceversa. Para que haya intimidad, complicidad y compromiso. Estar con otra persona es tan importante, como estar con uno mismo.
Así que, piensa a ver qué pasó que se rompió esa relación y profundiza en lo que no quieres repetir en el futuro. Mira a ver cómo te sentiste y cómo te quieres sentir en una nueva relación o en cómo añadir estos sentimientos nuevos a tu relación actual. Y hazlo sin límites, sé honesto contigo, no tienes nada que perder. Vas a estar contigo toda la vida, así que ya es hora de que te trates con el cuidado y el amor que quieres recibir de los demás. Y ten paciencia contigo, no todo tiene que ser ya.
Recuerda, lo estás haciendo bien. ¿Hablamos?