Me he encontrado con muchas personas que no saben qué diferencia hay entre una psicóloga y una psiquiatra. De hecho, aunque hay ya mucha más conciencia social sobre la importancia de la salud mental, aún sigue habiendo gente que cree que somos lo mismo. Ambas especialidades nos dedicamos a la Salud Mental. Estudiamos los trastornos mentales y cómo funciona nuestro cerebro a nivel orgánico para prevenir y tratar esos trastornos. Sin embargo, tenemos muchas cosas que nos diferencian.
Empecemos por el principio. La psiquiatría es una especialidad de la medicina que se dedica al estudio de los trastornos mentales de origen genético o neurológico. Mientras que la psicología es una disciplina que estudia, trata y analiza los comportamientos, pensamientos y emociones de distintas personas y/o grupos, abarcando todos los aspectos posibles de la vida humana. Es decir, la psiquiatría tiene como población objetivo las personas diagnosticadas por trastornos mentales orgánicos (falta o exceso de alguna sustancia en el cerebro que provoca mal funcionamiento del mismo); y la psicología tiene como población objetivo a todo lo demás. Claro que pueden ir personas con un funcionamiento estándar del cerebro a un psiquiatra y una persona con trastorno orgánico a una psicóloga, pero eso es otro tema.
Como la psiquiatría se centra en lo que funciona mal del cerebro (y porque los médicos pueden hacerlo), un psiquiatra puede recetar medicamentos para controlar o paliar los síntomas de un trastorno. Los psicólogos no podemos medicar a nadie ni tenemos tantísimo conocimiento sobre los medicamentos, aunque tengamos cierta idea. Lamentablemente, los psicólogos no tenemos pastillas mágicas para aprender a gestionar la frustración, para aprender a tener autocompasión o para superar el duelo de alguien querido. Nosotros usamos la terapia como medicina.
Aquí cabe aclarar que cuando decimos «terapia», los psiquiatras se refieren al tratamiento farmacológico del malestar y las psicólogas nos referimos al proceso que llevamos a cabo para que el malestar se sane. En casos gordos, donde sentimos que algo no funciona ni a nivel orgánico ni a nivel psicoemocional, lo ideal es tener los dos tipos de terapias. Igual que lo ideal es que los psiquiatras y los psicólogos podamos comunicarnos y entendernos para poder llevar un trabajo conjunto.
Y, por último, la otra gran diferencia son los resultados. En psiquiatría los cambios se ven rápido. En psicología, vamos más despacio. Cuando te duele una pierna al darte un tirón, te tomas un antinflamatorio y chimpún. Pero cuando te duele el corazón, es más difícil curarlo con una pastilla. Y, aquí, es donde encontramos los obstáculos.
Vivimos en una sociedad en la que tiene que ser todo rápido. No hay tiempo para sentir, casi ni para pensar. Sólo hay tiempo para hacer, hacer y hacer. En esa vorágine, es mucho más sencillo tomarme una pastilla que me ayude a no pensar ni sentir. Hay veces en las que esa estrategia puede ser exitosa, sobre todo, si el problema que estamos acallando es puntual. Pero hay otras veces en las que lo único que hacemos es alargar el malestar. Es como cuando tenemos una herida y nos ponemos una tirita rápida con estampado de princesas disney. Hay veces en las que la tirita es suficiente, hay otras en las que no.
La medicación para curar el malestar emocional debería ser algo puntual, no nuestra única herramienta para afrontar la vida. Nos deberían enseñar en el colegio cómo gestionar nuestras emociones, pensamientos y comportamientos. Pero no se hace, así que ,elegir bien qué tipo de profesional de la salud mental va a ayudarme a afrontar este malestar que tengo, es fundamental. Cualquier elección que hagas está bien, sólo tienes que poner consciencia en qué estás buscando: apagar un fuego o tener el campo preparado para que no vuelva a arder.
Y, para terminar, aprovecho para decir que estoy absolutamente en contra que los médicos de cabecera puedan recetar medicación psiquiátrica como si fueran caramelos. Si necesitáis ese tipo de medicinas, id a un psiquiatra que sabe lo que os está mandando. Que vaya al médico diciendo que estoy nerviosa y me receten un antidepresivo o un tranquilizante, es una barbaridad. No vas al traumatólogo a que te vea un ojo. El malestar del corazón no se cura con pastillas.