«Romper a llorar como un niño chico». Esa frase la usaba mi abuela, que ha fallecido en esta semana, y me parece la mejor manera de definir qué es la tristeza. Porque es eso exactamente lo que ocurre cuando estás triste. Lloras con cada célula y átomo de tu ser, tanto que no puedes ni respirar.
La tristeza que sentimos cuando algo nos duele, puede reflejarse de varias formas. Puede paralizarnos y dejarnos bloqueados sin saber ni dónde estamos ni qué nos pasa. Puede cortarnos la respiración hasta el punto de olvidarnos cómo se respira normal. También puede darnos por llorar sin parar, literalmente. O puede darnos por pillarnos el cabreo del siglo y enfadarnos con todo y todos. Porque la tristeza y el enfado son dos emociones que van mucho de la mano y nos vamos de una a otra con la facilidad con la que se mueve el agua en el mar.
Saber gestionar la tristeza no es fácil. ¿Cuántas veces habéis escuchado o dicho eso de «no llores, anda»? La tristeza es una emoción que nos suele generar mucha frustración, nos genera impotencia. No podemos hacer nada por quitarle la tristeza y la pena a alguien que queremos, absolutamente nada. Y eso es lo que nos da angustia. Parece que se nos parte un trocito de corazón cuando vemos a alguien amado llorando desconsolado. Y ahí, es dónde podemos gestionar la tristeza.
Cuando aceptamos que no podemos hacer nada por calmarla o quitarla de en medio, sólo podemos abrazarla. Hay tristezas como la muerta de una abuela, que no tienen consuelo. Se ha ido y la tristeza es enorme porque no la vas a ver ni a escuchar nunca más. Nadie puede hacer nada por remediar eso. Pero sí hay cosas que se pueden hacer para pasar mejor el trago.
- Si alguien llora, déjale que llore. Llorar regula la tristeza. Cuando alguien llora, cortarle el llanto es de lo peor que podemos hacerle, porque le estamos impidiendo que exprese ese dolor. Es como cuando te das en el dedito meñique del pie con la esquina de la mesilla y te sale un «¡ay!» sin poder evitarlo. Pedirle a una persona que no exprese su dolor es provocarle dolor dos veces. Además, llorar hace que segreguemos prolactina, lo que disminuye el estrés.
- Si eres tú el que está triste, expresa tu tristeza. Llora, patalea, dibuja, grita… Las opciones son infinitas. La tristeza es una emoción muy potente, que nos deja como sin fuerzas. Por eso es mejor sacarla fuera que quedársela dentro. Si te la guardas, te rompe por dentro. No expresar la tristeza, está relacionado con enfermedades inmunitarias, bajadas de defensas, trastornos de sueño y de alimentación.
- Déjate estar en la tristeza. Respira y no te fuerces a «estar bien». Nadie te va a dar una medalla por «estar siempre bien». Es normal que estés triste, que tengas tus ratos tristes y sin ganas de nada. Respeta tu momento y no le tengas miedo. Recuerda, esto también pasará.
- Apóyate en y déjate apoyar por tus personas queridas. Tener una red de apoyo y sostén hace que todo sea mucho más llevadero. Las personas que te quieren sólo quieren cuidarte. Déjate cuidar.
- Recuerda todo lo bueno que sigues teniendo en tu vida. A veces, olvidamos las cosas buenas que tenemos cuando pasa algo triste. Pero sigues teniendo muchas cosas por las que dar gracias a la vida, recuérdalas. Incluso, en momentos de bajón, enuméralas y tráelas a tu mente. Agárrate a ti.
Y, sobre todo, tranquila/o. Las emociones cambian constantemente y volverás a reírte a carcajadas, a querer hacer planes y a sentirte feliz. ¿Hablamos?