Esta semana el tema pareja ha estado muy presente en mi día a día. Desde la consulta hasta en la música que escucho. ¡La cantidad de canciones que hay sobre parejas que sufren! ¡Madre mía! Que si no puedo vivir sin ti, que si te necesito para ser feliz, que si eres el centro de mi universo, que si no puedo comer o dormir si no estoy contigo, que eres mi media naranja… Y lo peor es que nos han enseñado que este tipo de frases son «románticas», de amor verdadero del bueno de verdad.
Todas (y todos) hemos sentido que el corazón se nos rompía de dolor alguna vez. Pero de ahí, a que necesitemos de otra persona para ser felices y completos, hay un mundo. Para llevar una relación sana y de crecimiento con otra persona, es fundamental comprender en nuestro corazón y mente que no le necesitamos para sentirnos plenos. Que somos una naranja completa.
Creernos esa locura de que el otro es la razón única de nuestra felicidad, que gracias a él podemos ser personas completas y que nuestro mundo gire alrededor suyo lo que consigue es una relación de dependencia y mucho sufrimiento. Si no puedo vivir sin ti y eres el centro de mi universo, ¿qué pasa conmigo si te vas? ¿que me tengo que morir? Si te necesito para ser feliz, ¿no puedo ser feliz cuando no esté contigo, con mis amistades o mi trabajo o mi familia o haciendo macramé?
Querer a alguien creyéndonos que necesitamos a nuestra media naranja para ser completas, puede hacernos felices pero nos pone en una situación de peligro muy grande. Peligro porque vivimos con el miedo constante a que el otro se vaya y nos deje. Es decir, vivimos desde la carencia y desde la posibilidad de un futuro horroroso. Tienes un trabajo, hobbies, familia, amiges, miles de planes para hacer y te quieres. ¿Para qué necesitas que el otro sea tu centro universal y el motivo único de tu felicidad? ¿Para qué le colocas en esa situación?
Entender que somos personas completas, con vidas llenas de cosas maravillosas y cosas que hemos conseguido nosotros solas, hace que querer al otro sea un añadido. Algo que añado a mi vida (que ya es maravillosa sin el otro), no algo que se convierte en mi vida.
También es peligroso porque estamos dándole al otro un poder (y una carga) enorme. Imagínate que es al revés. Seguro que no te cuesta mucho imaginarte cómo es eso de que te necesiten para todo. Este tipo de amor genera una presión brutal porque cargas al otro con el peso de que si no está para ti, te morirás de pena y angustia y sufrimiento (aunque los dos sepáis que es mentira). Genera en el otro ansiedad, irritabilidad, dependencia y dolor por no poder llegar nunca a todo lo que tú le pides que te cubra. Porque básicamente, le estás pidiendo que sea todo para ti, el principio y el final.
Así que, amige, párate y piensa qué tipo de amor quieres tener en tu vida. Uno enriquecedor del que añade cosas a tu vida ya maravillosa o uno del cual no hay vida más allá. En una relación sana, no sólo existís tú y el otro, existís en relación a vuestros mundos también (vuestras familias, amistades, trabajos, hobbies, etc.). Limitar tu felicidad a otra persona te quita tu poder para cambiar aquello que te causa dolor y pone al otro en la tesitura de tener que estar siempre a tope de power para ti. El amor es para disfrutarlo. Tú eres tu media naranja, de hecho, tú eres tu propia frutería entera así que disfrútate.